MERCEDES PÉREZ SAN MARTÍN

View Original

SANDRA CINTO

Dulce y melancólica

Dice el famoso proverbio chino que el aleteo de una mariposa puede sentirse al otro lado del mundo. Puntito a puntito y rayita a rayita, la brasileña Sandra Cinto (Santo André, 1968) construye junto a su equipo de asistentes y colaboradores voluntarios, un universo fantástico y onírico, extenso y expansivo, que se apropia de muros, columnas y detalles arquitectónicos de los lugares en que se manifiesta, apuntando a generar consciencia social en quien observa. 

Imitación del agua, tinta permanente sobre muro de color, Dimensiones variables, Instituto Tomie Ohtake, San Pablo, 2010

Si bien sus obras ilustran paisajes, no es lo narrativo ni lo ilustrativo lo que primero nos acontece al enfrentarnos a sus trabajos: ligada a una tradición más bien romántica del infinito y lo imponderable, un abanico de sensaciones nos irrumpe para transportarnos desde el miedo vertiginoso de una tormenta marina hasta la contemplación melancólica de un brilloso firmamento. Dicho esto, me resulta curioso cómo semejante irrupción a nuestros sentidos y sensaciones pueda lograrse a través de algo tan controlable y nítido como un marcador blanco y la simple línea sobre el muro.

Sin título, lápiz permanente y acrílico sobre tela, 56 x 436 cm, 2011

Landscape of a lifetime, lápiz permanente sobre muro, dimensiones variables, Dallas Museum of Art, EEUU, 2019-20

Revisando su trayectoria y escuchando sus manifiestos y entrevistas, he concluido que lo que realmente mueve a SC es el compromiso como artista de cambiar el mundo, “pequeñas acciones pueden cambiarlo todo” manifiesta. Sus obras, así como las mariposas del famoso proverbio, apuntan a la reflexión acerca de la sociedad que hemos construido, aquella que es violenta, ruidosa, desigual, y muchas veces carente de amor. Atravesados por las sensaciones que sus obras nos generan, la artista apunta a que nos detengamos a pensar acerca de las problemáticas de la vida contemporánea. 

Nocturno, lápiz permanente sobre muro, dimensiones variables, Casa Triángulo, San Pablo, 2019

Su serie Nocturno fue replicada en la Galería Casa Triángulo de San Pablo, Lisboa y EE.UU. El ritmo de aquel cielo estrellado me traspala al terreno de lo acústico, cada destello resuena en mis oídos como las teclas del piano en el emocionante Claro de Luna de Debussy. Hay música y también hay pausa. La inmensidad del cielo no puede representarse en cuatro paredes pero es a donde estas paredes nos transportan donde radica la idea misma del infinito. Por otro lado, pienso que la línea, así como la música, llevan inscritas las nociones del tiempo. En este caso entre cadencias y silencios, el sello del trazo manual y los saltos en el espacio, el período transcurrido en la sala se estira como una goma. Un banco de madera diseñado por la misma Cinto planeta y obliga al reposo contemplativo.

Cello 2, plumón permanente y acrílico sobre cello, 123 x 45 x 20 cm, 2013

En silencio, instalación en Gran Escala de Matadero, Madrid, 2014

Otras muestras aluden directamente a la música, lo cual confirma mis teorías. Violines blancos intervenidos con la línea, mesas cuyas patas remiten a las formas del instrumento, montones de partituras vacías y arrugadas, paredes que aluden a las mismas partituras. Los títulos de las exposiciones: En Silencio (La Coruña, 2014), Pausa (San Pablo, 2013).

El agua como tema en la obra de Sandra Cinto, obras diversas

La otra orilla, Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canaria, España, 2014

Un elemento recurrente en sus dibujos es el agua. Híbrido entre la famosa ola del grabador japonés Katsushika Hokusai (1760-1849), y la referencia al revolucionario cuadro La Balsa de la Medusa de romántico francés Théodore Géricault (1818 y 1819), otras veces un real bote de madera es instalado en la sala. Los mares son turbulentos, a veces incluso tormentosos. Metáforas de la odisea humana, los dramas de los inmigrantes que pocas veces llegan a destino, la violencia política y social que nos aventura. Una vez más el tiempo: así como la línea y como la música, el agua fluye con sus altibajos, las balsas se aventuran hacia el infinito en el intento de llegar a la otra orilla.

Encuentro de aguas, lápiz permanente sobre muro, bote de madera, dimensiones variables, Seattle Art Museum, Olympic Sculpture Park Pavillion, Seattle, USA, 2012

En los años 2016-17 un cuerpo de obra de la artista resulta novedoso, dejando más espacio para el azar. Luego de una estancia en Japón, las técnicas de los textiles Shibori fueron de gran inspiración para unas enormes telas con aguadas, en los característicos colores índigo del trabajo nipón. Las formas y los azules cobran vida de acuerdo al trabajo de la gravedad, que actúa sobre los chorreados de la pintura, generando un trabajo de exquisitez cromática sobre el fondo blanco. Al secar, este es intervenido por las ilustraciones que recorren dichas formas y dialogan con ellas. Estos “mares de color” resultan más calmos y más armónicos, da la sensación de un sentir que se deja llevar por las circunstancias de la vida, contrario lo “tormentoso” (narrativo/emocional) de los mares anteriores. Al exhibir estas obras en Casa Triángulo, su galería en San Pablo, un gran subibaja color blanco llama la atención. En un extremo lleva instalado un caballo de juguete, en el otro una silla, metáfora del ciclo de la vida. Esta vez el pasaje hacia “la otra orilla” está posibilitado por el puente que une a sus opuestos.

Posibilidad y necesidad, tinta, acrílico y lápiz permanente sobre tela dimensiones variables, Casa Triángulo, San Pablo, 2016

En el 2017, SC invitó a más de 200 artistas a reflexionar sobre el concepto de amor. El resultado fue una Biblioteca do amor. Tomando como punto de partida los enfrentamientos políticos y la violencia de su país natal, las esperanzadoras preocupaciones se ampliaron a pensar acerca de las agresiones en las redes sociales, y en los medios de comunicación. 

Biblioteca do amor, Cincinnati Contemporary Art Center, EEUU, 2017

Sandra Cinto forma parte de una generación consagrada de artistas brasileños de los años ´90. De contextura delgada, su voz es tan delicada y tan lírica como su obra. Su proceso es lento, detallista y silencioso, asegura firmemente que la energía puesta en la realización se vislumbra en el resultado. Vuelvo a mirar sus cielos, sus tormentas, sus turbulentas olas, sus montañas, sus oleadas chorreaduras. Ya tengo mis favoritos, no me caben dudas: elijo los paisajes nocturnos, los destellantes firmamentos. Sé que hoy podría perderme en la inmensidad de su infinito cósmico.

Cosmic garden, lápiz permanente sobre muro, dimensiones variables, Ginza Maison Hermes, Tokio, 2020