LEO BATTISTELLI
Sol en Aries, Luna en Tauro
Sensualidad, minuciosidad, delicadeza. Las cerámicas de Leo Battistelli (Rosario, 1972) cautivan en el acto por sus características formales, pero es la magia que radica en ellas y las cualidades sagradas que les fueron atribuidas, las que las hacen tan particulares. Las obras de Leo seducen y nos encantan, y así quedamos atrapados en algún lugar entre la Tierra y lo divino.
Los intereses de Battistelli son vastos. En su cocina se mezclan intuitivamente los sabores y texturas más variados, y todos ellos corren en la misma jerarquía: la Naturaleza, la química y la física, la astrología, la astronomía, el Candomblé, el Tarot, la alquimia, la mitología, las plantas medicinales y alucinógenas, y mucho más. Todos estos estudios combinados con su exquisito desarrollo del oficio como ceramista han marcado el camino por el que el artista se pasea con ánimos de goce y exploración.
Battistelli creció a orillas del Río Paraná en estrecha relación con la Naturaleza. Proveniente de una familia de artistas diversos, heredó el amor por la cerámica de su abuelo y se formó en Bellas Artes en la Universidad Nacional de Rosario, cuando comenzó a recolectar arcilla de las islas frente a la ciudad. También estudió cerámica en el Atelier del escultor Leo Tavella, y obtuvo becas del Fondo Nacional de las Artes y de Cultura de la Provincia de Santa Fe. Trabajó en la fábrica de Verbano en Capitán Bermúdez (Argentina), espacio que le permitió aprender a fondo el oficio de la porcelana. Años más tarde, ya radicado en Brasil, trabajaría también en la fábrica Cerâmica Luiz Salvador y en la Cristaleria Vitrofin.
Leo se mueve entre el arte y el diseño. Una de sus primeras series de piezas utilitarias Plast reflexiona acerca de la problemática de la basura y la preservación de la Naturaleza.
No hay trabajo suyo que no parta de la armonía con el medio ambiente, y en cada paso se sabe aprovechar de los bienes que éste nos ofrece: ya sea transmitiendo sus conocimientos para el aprovechamiento de la tierra y la generación de recursos económicos, como haciendo uso de los deshechos de las fábricas.
Pero este cuidado viene ligado a un concepto más bien romántico. La grandiosidad de la Naturaleza se manifiesta en cada uno de sus detalles, en cada pétalo de cada flor habita lo divino. Leo Battistelli trabaja en comunión con ésta idea, inspirándose en diversas creencias arcaicas y ciencias ocultas. Su obra Filtración del año 2005 está conformada por la superposición de 5 mapas de puntos energéticos del cuerpo humano en forma de finas gotas de porcelana vitrificada que atraviesan el muro. Las pequeñas lanzas y sus sombras proyectadas se saltan y se esparcen. El resultado es un tanto fantasmagórico, esa energía enclavada en la pared decididamente no es estática.
Filtración, porcelana sobre el muro, 2005
En el año 2004 su interés y experiencia en la cocktelería lo llevaron a investigar el mundo de los destilados. Así surgió Alquimia, tema al que le dedicó numerosas obras e instalaciones de frascos y botellas de distintas formas y tamaños. Recordemos que la alquimia es una doctrina antigua que estudiaba fenómenos químicos en pos de descubrir el elixir de la vida, la transmutación de los metales en oro, y la Piedra Filosofal. De la alquimia surgieron entre otros, la cerámica. Saberes ocultos, misterios, energías que transmutan, tiempos pasados, sus propios antepasados, su niñez y su juventud, su temprana relación con el agua. Su interés nos habla del tiempo, el tiempo subjetivo que habita en la memoria.
Trabajos de la serie Alquimia
Leo trabaja en relación a la memoria, y es en éstos saberes diversos donde busca sus fuentes de inspiración. Incluso la Naturaleza que lo rodea se instala en su retina cada día. Es que hace 13 años que el artista cambió su Rosario natal por la frondosidad de la mata atlántica brasileña. Su casa queda a no más de 15 minutos de auto de Río de Janeiro, sin embargo lo rodean 3.600 hectáreas de selva, grutas y cascadas. Es el Parque Nacional de la Tijuca, desde donde se aprecian las vistas del mar y la diversidad de la floresta.
El cambio de entorno tiñó de color la obra del artista. Sus formas cada vez más orgánicas se colmaron de oxígeno tropical, y de la ritualistica y simbología de la cultura afro del Brasil.
La sutileza y refinamiento de sus primeras obras se abrieron a piezas mucho más provocativas, cargadas de tanta vida que parecen reproducirse en el muro y en el espacio. Líquenes, algas, pequeñas huevas, círculos llenos de pequeñas conchas o pétalos: todos decorados con puntitos, detallitos, agujeritos, conitos que dan la sensación de reproducirse constantemente. Una figura humana bañada en polvo de estrellas desparrama su luz. ¿Acaso es un traspaso de energía vital? Sin dudas me recuerda a aquel trabajo de los puntos energéticos, son temas recurrentes en su obra.
A estas formas orgánicas las acompañan otras vinculadas a las creencias del Candomblé, como grandes collares rituales que concentran la fuerza de los dioses (los Orishas) y funcionan como amuletos protectores contra las fuerzas adversas. Todas éstas obras se presentan como ofrendas de agradecimiento a la Naturaleza que tanto regala, que tanto hay que atesorar.
Dádiva, SC Arte, Bs As, Argentina, 2011 / Piezas inspiradas en los rituales del Candomblé
En febrero de 2018 Battistelli publicó el foto-libro, Marca d´agua. Allí muestra una serie de fotografías de obra, de retratos y procesos que datan desde 1995 a 2018, realizado puramente en material ecológico y producido con energías renovables.
Su segundo libro se llamó Las Esferas de la Percepción (2018). En este caso un libro-objeto, ya que cada una de las publicaciones viene acompañada de una pieza cerámica, que a modo de puzzle, es parte de una gran pieza mayor. Compuesta por una serie de esferas de porcelana de distintos tamaños y colores, las esferas están decoradas con pequeñas manchitas al mejor estilo psicodélico: rojos, morados y turquesas reposan sobre un fondo negro que las resalta y las intensifica.
La obra reflexiona sobre las similitudes entre las moléculas de ciertas plantas alucinógenas (ácido lisérgico, cannabis, Ololiuqui) y neurotransmisores como la serotonina (también llamada partícula de la felicidad) y la noradrenalina (vinculada al aumento de la presión sanguínea). Cada una de las esferas corresponde a un átomo, aunque bien podrían ser planetas flotando en alguna órbita. En la Naturaleza animista de Leo está presente lo sagrado, ya sea en lo micro como en lo macro. Éstas sustancias alucinógenas significan el puente hacia planos sobrenaturales, a través del trance extático que se genera en la amplificación de los sentidos y las sensaciones corporales.
Acerca de las últimas fotos de Battistelli publicadas en su cuenta de Instagram. “Son fotos de la cuarentena. Comencé a hacer fotos para mis amigos que están encerrados. Son fotos de la selva, donde vivo.” La serie, Vida, como él la llama, muestra un repertorio maravilloso de la flora y fauna de la jungla brasileña. Propias de un realismo mágico, algunas imágenes son tan fantásticas que parecen imposibles; otras se conectan más con el ámbito de la abstracción y las imágenes de flores son sumamente eróticas. Imposible no empaparse de semejante entorno, así de atractivo como irrespetuoso, el que se mezcla en la vida como en el interior doméstico, el que no respeta las fronteras.
Finalmente tuve la oportunidad de preguntarle a Leo sobre futuros proyectos.
“Estoy trabajando en un tercer libro. Se trata sobre mis utilitarios, como yo les digo. Estas son piezas como vajillas, jarrones, azulejos. Se llamará Rancho Pálido, que es el nombre que tenía el tallercito de mi abuelo, Alfredo Battistelli. Cuando restauré la obra de él, me encante con la cerámica”. Algún día promete dedicarle un libro a su abuelo, quien tanto lo marcó. “También estoy preparando una exposición para septiembre, acá en Río, en el Instituto Roberto Marinho, si es que los tiempos lo permiten. Por otro lado, estoy trabajando en una obra que irá emplazada en una plaza en Puerto Madero, el próximo año”.
Sus días carecen de rutina, si bien trabaja en las fábricas Cerámica Luiz Salvador en Petrópolis, y Cristales Vitrofín en Cañada Gómez, posee un taller de cerámica completo en su casa, donde el trabajo en éste se mezcla constantemente con su vida: el mar, la cocina, el yoga, la Naturaleza, la huerta. “Cada día es un día”, manifiesta, “vivir acá es un privilegio, aunque tiene sus riesgos. Uno se encuentra retirado, en el medio de una selva con animales ponzoñosos. Eso es lo que lo hace también más increíble”. Personalmente, el sólo hecho de mirar sus increíbles fotos, sus videos, de escuchar el calmo y plácido tono de su voz (¡si, los pájaros detrás le hacen las veces de coro!), me indican que su elección de vida es absolutamente la adecuada. Así una vez más, la coherencia entre vida y obra. Bien quisiéramos habitar la piel de Leo Battistelli alguno de esos días...