CATALINA BAUER
Las manos de Catalina
El miércoles pasado emprendí mi viaje al bonito barrio de La Reina para visitar la casa taller de la artista Catalina Bauer (Santiago, 1976). Conocía parte de su obra porque la había visto en alguna exposición y en publicaciones. Alguna vez nos habíamos cruzado, allá por el 2014, en las tutorías de arte de Taller Bloc, de la que ella es miembro fundadora. Debo confesar que no me preparé para una entrevista formal, soy más del tipo improvisado. Ser una inmigrante, además, tiene ese encanto de llegar siempre un poco más fresca cuando me enfrento a la obra y al artista en un país que no es el mío. Confío en las primeras impresiones, y en dejarme seducir desde un lugar más intuitivo y virgen.
Catalina tiene una expresión apacible y sus movimientos son delicados, posee ese don de las personas que al instante calman. De apariencia, es sobria y su fisonomía armónica, su colorido pálido y fino pelo color ceniza son propios de países que nos resultan lejanos. Esa austeridad y belleza de cara lavada refleja su trabajo, no sabría decir cuál de los dos viene primero (me gusta pensar que los artistas se reflejan en sus obras y no al revés es). De todos modos, asi como ella, su taller y su obra me recuerdan que siempre existe una estrecha relación entre el artista y su trabajo.
Soñé que era una fábrica de hilados, video performance durante su residencia en Leipzig International Art Program (LIA), Alemania, al interior de una ex fábrica de hilados de fines del S XIX, 2014
El taller de CB se ubica en el fondo de una casa sencilla y bonita, rodeada de verde y colindante a lo que creo es un estero o algún tipo de caudal de agua. El espacio de trabajo es pequeño y ordenado, una gran ventana asoma al patio y a un precioso palto (una vez más los paltos me acompañan en mis visitas a los talleres). De sus frutos han surgido algunos de los colores que Bauer emplea en sus trabajos con tintes naturales. “Mi trabajo está siempre a punto de desaparecer”, el interés en trabajar con elementos orgánicos tiene esa cuota de “la fragilidad de la vida”, de lo que poco a poco se va desarmando y desvaneciendo. El trabajo de la artista está siempre fundado y enfundado de esa cualidad biológica, de los comportamientos orgánicos de los vegetales y las personas. Pero además su búsqueda se detiene en observar las relaciones interpersonales y el potencial de lo colectivo, así como de la pausa propia de quien observa los pequeños gestos de todos los días, y sobre todo, de amalgamar vida y obra, incluyendo lo doméstico en su trabajo e integrando su familia en su obra y en sus residencias artísticas en el extranjero.
Dos líneas tocando un cántaro, captura de animación, 2017
Los primero que Catalina desplegó sobre la mesa fue una serie de trabajos tejidos a crochet, de forma circular, colores neutros. Reivindicación de lo artesanal y lo folklórico y el espacio tradicional ligado a lo femenino, el patrón se desarma en hilachas que cuelgan, dando cuenta de la cualidad original y simple del material utilizado. ¿Qué es el hilo sino una línea absolutamente dispuesta a representar el tiempo? ¿Que es el tejido sino el fruto de un trabajo rítmico, concientizado y automático?
Lo individual y lo colectivo también están presentes en sus tejidos, tanto en sus performances en la que un círculo de personas anudan una tela de forma coreográfica y caleidoscópica, como en sus cadenas de bandas elásticas. Encuentro impactante el poder expresivo que la artista logra en el uso de unas simples gomitas, el peso del conjunto parecería representar un salvaje torrente de agua.
Sus trabajos de “Espías” me fascinan por su carácter poético y metafórico, pero también su apariencia plástica tan orgánica y ambigua. Son de esas obras que al observarlas en algún museo me han resultado misteriosas, intrigantes y familiares. ¿Qué representaban aquellos grandes tejidos tipo ornamentales? No soy de buscar muchas respuestas, pero la primera vez que vi estos trabajos apelé a mi memoria, luego descubrí que eran sogas de barco destrenzadas, limpiadas, y vueltas a tejer adquiriendo nuevas formas y un sentido plástico. Sin embargo, el tinte bucólico y su pasado marino se conservan en el espíritu de estas bellas piezas. Noches de un trabajo fino y repetitivo, de hilachas, tierra y tejido. Las manos de Catalina Bauer.
Las fuerzas del cuerpo se encuentran siempre presentes en sus obras: el control que debemos ceder al instinto en sus círculos con lápices de colores, el estirar una banda elástica con los dedos, la sustracción de elementos en sus trabajos con cobre o en sus acuarelas “borrables”, los movimientos ejercidos en el acto de coser en una fábrica. La obra de CB anida en el acto mismo de construir, de compartir, de trabajar con lo que se tiene al alcance, de la introspección meditativa del proceso.
Finalmente mencionaré sus trabajos de gasas, de seguro mis favoritos, son tan lindos que los quiero todos. Transparentes y sutiles, las telas fueron teñidas con elementos naturales como el cuesco de palta, el repollo morado, la cáscara de nuez, etc. Un cuidadoso estudio de los taninos y las propiedades de los vegetales que hizo de su cocina un centro de actividades experimentales. Con una aproximación más de índole pictórica que textil, los diseños presentan una paleta de suaves colores. Cada pieza está sencillamente cocida y el resultado es un trabajo sumamente delicado y traslúcido, tan delicado que da la sensación de que perecerá en cualquier momento tanto por su pigmento orgánico como por la calidad de una tela de hilvanado fino y trama muy abierta.
Algunas de las piezas de la Serie Paños, gasas teñidas con pigmentos naturales e hilvanadas , 2019 - 2020
Las gasas me recuerdan mucho a Catalina, o la idea que me he hecho de ella. Además de livianas y translúcidas el material posee esa propiedad de protección, lo maternal y lo doméstico implícitos. Teñidas de Madre Tierra, éstas nos devuelven una reflexión acerca del autocuidado al que solemos hacer la vista gorda en nuestras rutinas y hábitos de los tiempos que corren. Poéticas predicciones de los acontecimientos del último año.
Al salir del taller, el paseo obligado fue recorrer su huerta, de lo más variada y abundante. Así como las gasas, pedacitos de cáscara de huevo protegen los cultivos de Catalina, tan cuidados que muchas veces le da pena comérselos, confiesa. Al llegar a mi casa pensé en el semblante nórdico de la artista y al buscar el origen de su apellido descubrí que Bauer en alemán significa campesino, aquel que realiza tareas rurales.
Me gusta pensar que las obras poseen una mágica vida propia, y que al formarse, los artistas no somos más que gatillos de posibilidad. Es la obra de arte quien forma al artista, moldeándolo y afectándolo de extrañas maneras. Me alegro de haber llegado tan fresca a la visita de Catalina Bauer, el arte y su mística hicieron su trabajo y sin dudas quedé embelesada por ese pequeño mundo delicado, familiar y orgánico.