Fractal
El fondo del mar es para Mercedes Pérez San Martín algo similar a lo que para los románticos del XIX era la ruina medieval: un mundo sumergido, casi definitivamente perdido en la lejanía; un mundo extinto que puede ser rescatado, sin embargo, como protesta contra una época con la que los artistas se sentían defraudados.
El sumergirse –como las excursiones arqueológicas y las búsquedas filológicas- es en esta serie de Mercedes el punto de partida para explorar un nuevo espacio plástico de carácter caótico, atravesado por fuerzas vehementes. Esa exploración submarina a veces le permite encontrar cosas preciosas.
Formas invasivas que desaparecieron sin dejar rastro en aquellas aguas celadones donde el oxígeno se hace cada vez más fino. Anémonas diamante, gónadas de terciopelo y mimosas invertebradas habitaron antes que ninguna otra especie, profanando las aguas con la sensualidad de sus formas, sus insolentes colores thalos: universo de puntas blandas, tentáculos gélidos y sombras caprichosas.
Un objeto suntuoso mantiene siempre un vínculo con las formas de la naturaleza, siempre recuerda de forma amanerada un origen vegetal o animal, un mundo del parecer y no del uso. Jugando con esta oscilación entre lo natural y lo artificial, Mercedes llega al fondo del mar y lo transforma en pedrería, un catálogo de especies exóticas y objetos delicados.
En su serie más reciente, se centra aún más en la representación de las piedras, realiza un movimiento hacia el interior como si estuviera cerrando los ojos al mundo y abriéndolos a la mente. Esta abstracción supone cierta pureza y orden.
Mercedes entalla objetos –tal vez piedras, tal vez corales- con los que busca un espacio más primigenio y puro pero asechado a su vez por el fantasma de lo imprevisto, de lo que escapa a los parámetros que su cultura y su clase proveen. No se trata ya de postular una evasión romántica hacia el pasado sino de identificar líneas de parentesco entre universos, entre las formas y objetos que la habitan. “El aleteo de una mariposa puede sentirse del otro lado del mundo”, dice el proverbio chino. Hay una economía del universo que la obra intuye: la idea de lo fractal por la que una forma tiende a proliferar de manera imprevista de acuerdo con un patrón único. Incluso la formación misma del cosmos remitiría según algunas teorías al principio de fractalidad.
Mercedes experimenta la pintura como la formación de micromundos, cómo génesis, como relato del origen de la vida, pero también de su condición precaria, al borde de la extinción.
Mariana López
Bs As, 2013