DELFINA BOURSE

Un viaje iniciático

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A pesar de las espesas capas de pintura blanca, al enfrentarnos con las obras de Delfina Bourse (Bs As, 1979), podemos entrever registros de mil trabajos anteriores. Todos estos momentos fijados sobre un mismo soporte que, aunque un poco hostigado por el peso de los materiales, siempre nos devuelva un aire liviano y fresco. Algo de esto será producto del proceso y algo del espíritu, que por supuesto siempre están vinculados.

Las obras de Bourse son el resultado de una espiral perfecta. Comienzan tímidamente, ordenadas, intentando seguir fórmulas que nunca llegarán a su destino. Pigmento sobre pigmento, el tiempo corre y se evidencia un trabajo de fuerza física y emocional. Luego de la embriaguez cromática, el blanco viene a cubrirlo todo, volcando sobre la obra una espesa manta de titanio, listo para comenzar todo de nuevo. El cincel finalmente retoma partes del camino vivido, resaltan los hilos de color sobre el fondo blanco, ahora vibrantes, chisporroteantes y pícaros. 

Sin título, acrílico, barniz y óleo blanco sobre tela, 196 x 196 cm, 2018

Sin título, acrílico, barniz y óleo blanco sobre tela, 196 x 196 cm, 2018

Sin título, acrílico y óleo pastel sobre madera, 180 x 160 cm, 2013

Sin título, acrílico y óleo pastel sobre madera, 180 x 160 cm, 2013

Sin título, acrílico sobre tela, 200 x 200 cm, 2016

Sin título, acrílico sobre tela, 200 x 200 cm, 2016

Las “lluvias” y “radios” de color y materia de DB transmiten al observador un mantra propio del momento de su creación, un flujo de respiraciones y oleajes sucesivos. Alguna vez alguien mencionó sabiamente que Bourse oscila como un péndulo. Fuerzas centrípetas, centrífugas, y verticales se tallan con cada trazo de la gubia. El efecto visual que genera la trama en su conjunto, es sencillamente el resultado de un trabajo acumulativo de marchas y contramarchas, un estado mental traspasado a la pintura.

Sus obras para mí son como paisajes hipnóticos que tienen el poder de transportarnos a distintos tiempos y espacios remotos. Como escenografías de teatro, donde los fondos de los distintos actos se presentan en niveles que corren y se descorren por un ágil sistema de rieles, nos sumimos en diversos ambientes y posibilidades generados por sus capas de material.

Algunas obras incluso me transportan al final de las películas, siempre felices y vibrantes. La idea precisa de un final, o un objetivo final, también está presente en su trabajo, siempre pensando para donde van a continuar los trabajos, qué camino vendrá después. En este caso el péndulo oscila entre el trayecto y el destino, lo racional y el soltar, que es lo mismo que dejarse poseer por la pintura.

Es asombroso como DB sabe dejar en el proceso la sensación de conflicto, el peso de lo que la queja nunca se percibe. Podríamos pensar en un trabajo completo y auto superador. Cada cuadro es un viaje iniciático. Curiosamente además, sus trabajos se sienten espontáneos, la espontaneidad increíblemente alcanzada desde una metodología bastante rigurosa en el poner y sacar. De manera auto sustentable,, aquello que se extrae de una obra, se transforma algún día en una nueva pieza, sus llamados “cachitos” de material que se reinventan, traspasan las fuerzas de uno a otro lugar.

En sus trabajos de “taco perdido”, Bourse no le teme al trabajo sin retorno. No quedan copias iniciales del taco que se va transformando (por eso “perdido”) en el devenir del proceso, como suelen conservar los grabadores.

Sin título, acrílico y óleo pastel sobre madera, 180 x 130 cm, 2014

Sin título, acrílico y óleo pastel sobre madera, 180 x 130 cm, 2014

Sin título, acrílico sobre tela, 209 x 180 cm, 2016

Sin título, acrílico sobre tela, 209 x 180 cm, 2016

¿Que puede delatar más de la personalidad del artista que la propia obra? Alguna vez el gran Tulio de Sagastizabal le expresó lo que para ella sería una reveladora epifanía: “lo que uno hace tiene que ver con uno”. Nada de obvio en este manifiesto, podríamos pensar que cada obra que un artista encara forma parte de una nueva aventura, sin dudas lo es en el caso de Delfina. El enfoque personal hacia dicha aventura, la manera en que la artista se adentra en su proceso es lo que lleva impreso en su código genético, y de eso uno no se puede escapar. Esa es la verdadera firma de la obra de arte.

El intercambio con DB es siempre ameno, es de esas personas que sonríen con los ojos (allí dentro yacen sus cuadros más chisporroteantes). Sin embargo es en su capacidad reflexiva donde encuentro podría perderme conversando: en su manera de presentar sus conflictos, de saberse dubitativa, de reconocerse en la obra. Su honesta expresión de lo vulnerable que asombrosamente puede revelarme una intuición de estar frente a una artista cargada de certezas, de horas de taller, sólida como la madera que sostiene la materia. 

Tacos de madera, 100 x 70 cm, 2018

Sin título, capa de acrílico cubierta por óleo y líneas hechas con gubias de grabado, 200 x 200 cm, 2018

Sin título, capa de acrílico cubierta por óleo y líneas hechas con gubias de grabado, 200 x 200 cm, 2018

Detalle de trabajo con gubias

Detalle de trabajo con gubias

Detalle de trabajo  sobre la obra

Detalle de trabajo sobre la obra

Imagen de trabajo de taller. Papeles esgrafiados

Imagen de trabajo de taller. Papeles esgrafiados

Telas en proceso de trabajo

Telas en proceso de trabajo

Imagen del taller

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TIZIANA PIERRI