RUTH ASAWA
Liviana
Ruth Asawa (1926-2013) es una de las máximas exponentes del arte americano-japonés, y del arte moderno de posguerra. Sus obras se encuentran en las más prestigiosas colecciones públicas y privadas, incluso existe una serie de estampillas lanzada por el servicio postal de los Estados Unidos con imágenes de sus esculturas. En el año 2010 la Escuela de artes de San Francisco fue nombrada The Ruth Asawa San Francisco School of the Arts.
Sin embargo, el legado que Ruth Asawa nos ha dejado no puede desprenderse de su carácter tan particular. Ejemplo de cómo transformar la adversidad en inspiración y priorizar el sentido de comunidad, supo transmitir cada uno de los valores aprendidos y vivir la vida a su propio modo. Tal como su obra, su vida fue austera y pero entrelazada, siempre rodeada por sus amigos y colegas, sus niños y sus alumnos.
La obra de Asawa parte del dibujo. Tanto sus esculturas como sus grabados dan cuenta de un pensamiento que se origina en la línea y que luego es trasladada a distintos planos en cada lenguaje plástico. Sus esculturas son livianas y monocromas, penden o se expanden. Sus dibujos y grabados son simples y presentan patrones y elementos orgánicos. En cada pieza se vislumbra su capacidad de percepción y concentración sobre las formas que la rodearon en determinados momentos de su vida.
Diversas esculturas realizadas en alambre cocido siguiendo la tradicional técnica de cestería mexicana
Hija de inmigrantes japoneses, Asawa nació en California y creció en el campo, realizando desde muy chica labores junto a su familia. A los dieciocho años, formó parte de los 120.000 japoneses, e hijos de japoneses nacidos en territorio americano, que entre 1942 y 1946 fueron arrestados en campos de concentración, (o campos de reubicación) en la zona oeste de Estados Unidos. El mero hecho de tener ascendencia nipona los convertía ante los ojos del Tío Sam. en una peligrosa amenaza luego del bombardeo de Pearl Harbour. Sin embargo, a pesar de haber sido separada de su padre y alojada en establos por dieciocho meses, la artista descubriría los beneficios del tiempo libre y allí comenzaría a dibujar. Tuvo la suerte de compartir el confinamiento con ilustradores de los Walt Disney Studios, quienes le inspiraron para continuar dibujando y pintando durante sus estadías en aquellos centros por los que pasó en California y Arkansas.
Un factor formal marcaría la obra de Asawa hasta el final, la presencia permanente de la línea en aquellos campos. La línea estaba en los alambres circundantes, en las filas que formaban a cada rato, cada límite estaba marcado por una línea.
En el verano de 1946, la artista se unió al programa de la entonces innovadora y rupturista Black Mountain College. Aquella escuela de arte y diseño situada en Carolina del Norte, acogió durante veinticuatro años, a grandes personajes de la cultura que buscaban trabajar en torno a programas artísticos de vanguardia. Por ahí desfilaron nombres como Joseph Albers, Willem De Kooning, John Cage, Robert Motherwell, Robert Rauschenberg y Walter Gropius. Concebida más bien como un experimento progresista, Black mountain no otorgaba títulos, y el trabajo artístico estaba constantemente mezclado con las tareas domésticas asignadas a los alumnos, quienes trabajaban desde el sentido de comunidad y compromiso con la causa común. El escenario incluía una variedad de lenguajes que abarcan las artes plásticas, la música, incluso las matemáticas. La diversidad estaba también compuesta por el origen de sus miembros, ya que muchos habían escapado de la Guerra, proviniendo de distintos puntos de Europa.
Black mountain le proporcionó a Asawa un entorno libre de discriminación racial, anclado en valorización de la naturaleza y un austero concepto de utilización de materiales. Aquellos artistas eran pobres, y fue del entorno de donde deberían nutrirse. Las enseñanzas de Joseph Albers, quien fue su principal mentor, giraron en torno a la valoración de la exploración, el descubrimiento y la invención: la importancia del proceso más allá del resultado. Asawa centró así su atención hacia la experimentación, encontrando maneras no convencionales de utilizar los elementos.
En un viaje a México en 1947 la artista encontraría la técnica que abrazaría con tanto entusiasmo como para hacer de ella un estilo de vida: el tejido con alambre que se usa en la ciudad de Toluca para fabricar canastos. Esta técnica le permitió realizar sus famosas loop sculptures (esculturas tipo bucle) así como aquellas de alambre amarrado en formas de árboles, telarañas y mandalas. Esta técnica le dio la posibilidad de generar estructuras livianas, que permiten transparencias y producen interesantes sombras proyectadas en el muro y en el suelo. Siempre anclada en la monocromía y la simpleza del alambre. La presencia de la línea permanece, la relación de estas esculturas con el dibujo es directa.
Las loop sculptures penden del cielo raso. Sus ondulaciones generan figuras fungiformes que se encadenan unas a otras por la misma trama de alambre tejido. Dentro contienen esferas del mismo material, que se vislumbran gracias a la transparencia del entramado. Remiten al útero materno, sin dudas hay una intención contenedora. Es que la vida familiar de la artista, quien se casó con el arquitecto Albert Lanier y fue madre de seis hijos, se convirtió en parte de su proceso de trabajo. Instalada en el living de su casa, y rodeada de sus niños, Ruth encontró un hábitat ideal para combinar maternidad y oficio.
Su trabajo tuvo una recepción muy fría por parte de la crítica en un comienzo, quién tildó sus obras como decoración doméstica debido a su técnica artesanal y la presencia de lo femenino. Sin embargo, poseedora de una gran fortaleza y una envidiable seguridad y tenacidad, la artista se plantó firme en un mercado del arte que se encontraba en alza y pronto supo encontrar un afianzado lugar.
Ruth vivió su vida adulta en la ciudad de San Francisco, donde su trabajo en la comunidad estuvo estrechamente relacionado con la educación artística. Allí creó programas innovadores en cincuenta escuelas públicas que involucraban a los propios padres de los alumnos, y vinculaban a los niños con artistas profesionales, haciendo uso de materiales de descarte. Aplicando lo que tanto había aprendido en sus años de Black Mountain, su idea estaba centrada en el concepto de educación artística como pilar para la vida en todos sus ámbitos. En 1982 fue clave su rol en la creación de una escuela de arte publica en San Francisco, hoy llamada The Ruth Asawa San Francisco School of the Arts.