EDUARDO NAVARRO

Por Agustina Núñez y Fernanda Repetti

Permanecer en los sentidos 

Metabolizar un trazo, ingerir el arte, escucharla en el agua y las sales minerales que circulan dentro de una planta, nutrir nuestras células más profundas, absorber, digerir, salir de la cabeza, dialogar con sonidos, pisar la tierra, pastar, seguir a un otro, estar ahí, ocupar un espacio, vivir la materia, salvarse del intelecto permaneciendo en los sentidos.

Quizás el motivo por el que me resulta tan ardua la tarea de escribir sobre Eduardo Navarro (Buenos Aires, 1979) es porque hacer palabra su cuerpo de obra es una experiencia contradictoria, ya que no se puede descifrar en un solo plano todo lo que sucede en sus activaciones.

In Collaboration with the Sun, acción llevada a cabo en el Museo de Arte Contemporáneo Mac Nigerio Rio, Brasilia, 2019

Su producción es un híbrido entre el afuera y el adentro, lo vivo y lo inerte, lo humano y lo natural, un diálogo constante, en proceso, inquietante, un banquete sensorial. Sus puestas nos traducen lenguajes conocidos, pero no aprendidos culturalmente, nos invitan a ese lugar de la percepción que es primitivo, uterino, donde lo percibido resuena con todo. 

Sound Mirror, instalación con amplificador, Bienal de San Pablo, 2016

En la Bienal en San Pablo de 2016, Navarro presenta su “Sound Mirror”, la instalación de un gran amplificador parecido a una trompeta, colocado a unos 12 metros en altura aproximadamente. El artista invitó a los participantes a escuchar a través de este dispositivo los sonidos de una palmera del predio del Parque do Ibirapuera. "En los trabajos que vengo desarrollando trato de hacer contacto con un universo al que siempre se lo investiga desde un terreno muy científico. Formas de hacer contacto con algo que no es una forma de vida inteligente, como una tecnología que permita replantear esos roles. Es como una forma de materializar y escuchar lo que esos territorios ajenos a nosotros tienen para decir. Armar una tecnología emocional, que te permite entender lo que parece inanimado.”, explicó el artista. 

El concepto de una tecnología ingeniada como puente sensible hacia universos orgánicos me resultó tan fascinante como la idea de volver a la naturaleza como fuente de lo estéticamente auditivo, pero yendo aún más allá del sonido de las aves o los grillos, me llevó a la forma de escuchar la savia. 

Su invitación es siempre una invocación, porque Eduardo se expresa siendo su arte el canal para comunicar a través del viento, del cielo, del sol, del reflejo, de la sombra, la materia, del cuerpo, de los cuerpos, del alma y de las almas.

Dibujos comestibles,  Acción llevada a cabo en el Drawing Center de N.Y, 2018

En 2018 presenta unos “dibujos comestibles” en el Drawing Center de N.Y. e invita a la multitud a comer una porción sopa de su propia obra servida de una gigante olla, definiendo comer con un “ojo interior”“La sopa es simplemente un vehículo para transportar las imágenes al estómago,” dice.

Quizás una de las experiencias artísticas más literalmente viscerales, un arte ideada para nuestro segundo cerebro, un arte para ser llevada a la boca cerrando los ojos, para degustar y compartir con otros, una especie de ritual hacia el adentro. 

Horses Don’t Lie, Bienal del Mercosur, Porto Alegre, 2013

En la activación “Horses Don’t Lie” (Bienal del Mercosur en Porto Alegre en 2013), Eduardo invita ahora a los performers a intervenir en el espacio desde adentro de la piel de un caballo, sin palabras, interactuando con el entorno desde la pura verdad animal. El atuendo y la estructura que contiene a estos humanos participantes es funcional al sentido y profundiza el efecto. Nos remite a la estricta relación entre los límites de nuestra naturaleza y las posturas o acciones que tomamos en la tierra. 

Octopia, Museo Rufino Tamayo, Ciudad de México, 2016

Octopia”, en el Rufino Tamayo, D.F. en 2016, fue una de sus activaciones más complejas y enigmáticas centrada en una escultura móvil gigante con forma de pulpo que ocupa la escena y es personificada por ochenta participantes, entre bailarines, performers y coreógrafos que le dan vida a este ser a través del movimiento individual y colectivo en sincronicidad.  Otra vez la sinergia vital del cuerpo de los cuerpos, la línea invisible entre el uno a uno dentro de un todo.  

Permanecer en los sentidos, resonar, activar desde ahí, con otros, “sincronizar con el instante”, define el artista. Uno nunca sabe bien cuál es su lugar de residencia. Eduardo es nómade, se mueve como su obra. Profundo y fluido, efímero e infinito, neptuniano y terrenal. Él hace su propio viaje, traza su propio camino de conexión y desconexión invitándonos a participar de estos espacios no-lugares, estos espacios-experiencia.


Agustina Nuñez & Fernanda Repetti

Buenos Aires, Septiembre 2020