ELENA LOSON
La materia como obra, la obra como accidente y un paisaje del desarraigo
Así como su obra, austeros son los recursos materiales de los que dispone: soportes (papeles varios y linos), grafito (lápiz y polvo), carbón, tijeras y tres lápices de colores neutros (gris, piel, azul). Elena Loson (Rosario, 1980) se encausa en una dialéctica del tipo objeto - experiencia - residuo - objeto y de todo ese procedimiento resulta su obra. Así, no sólo lo residual es rescatado y re significado, sino que además su trabajo se extiende al espacio inevitablemente afectado, un taller lleno de polvo.
Detalle de Horizonte, instalación de papeles y objetos sobre mesa, 25 x 400 x 260 cm, 2018
Vista del taller de la artista en Santiago
Tras su mudanza a Chile sus preocupaciones se enfocaron en su lugar como inmigrante, la ocupación de un nuevo territorio, el desapego y sus constantes viajes a Buenos Aires. No sólo debía visitar a sus seres queridos, sino también trasladar su obra que ya había encontrado un mercado interesado en la ciudad porteña. La necesidad de viajar liviana la había llevado rápidamente al trabajo sobre papel y los pequeños formatos, y la habían conducido a realizar aquel interesante video sobre el elefante: sobre un gran rollo de papel blanco la artista dibujaba, borraba y volvía a dibujar el animal. La secuencia se repite muchas veces, metáfora de la ocupación del elefante en la hoja, un trabajo autobiográfico.
Tratar un elefante, video-animación, duración 4´, 2009
De la serie para Figuritas de acción, Galería Central de Proyectos, Buenos Aires, 2012
Sin embargo, sus característicos y tiernos animales fueron producto de otro y dichoso encuentro: aquel que comenzó con un inocente trabajo para el cuarto de su hijo, y por las bondades de unos plumones especiales, que le permitían un acabado tipo acuarela y un traspaso del color hacia el otro lado del papel. Entre el juego desinteresado y la fascinación por este nuevo instrumento, EL se encaminó en una serie de trabajos donde una fauna diversa ocupaba la hoja, peregrinando, agrupándose, y dialogando/enfrentándose (así como ella) con personajes foráneos como puntos y manchas. Estos trabajos narrativos representan una tensión entre lo gráfico y lo pictórico, ironizan acerca de una incomodidad sobre cómo auto definirse en su medio y en su lenguaje, algo que de alguna manera se había encontrado obligada a delimitar.
Detalle Persevero en el horizonte, tinta, grafito en polvo y lápiz sobre papel, 78,5 x 262 cm (políptico), 2015
Lo tangible tomó presencia aquel día en que un fondo de grafito debía albergar unos animalitos. Su textura era áspera y espesa, sus luces satinadas y caprichosas, su tamaño gigante. Cuánto le había demorado cubrir toda la hoja, no estoy segura. Doy fe que esos días sus manos terminaron cansadas, su cara cubierta de polvo. Definitivamente el día en que el fondo quedó terminado, una porción de la artista quedó atrapada en medio de ese oscuro paisaje, que ya no era paisaje sino materia, demasiado pregnante y suficientemente autónomo como para hacer la vista gorda y desentenderse de lo que sería un gran des-cubrimiento.
El polvo por la parte, grafito en polvo y goma laca sobre papel, 150 x 265 cm, 2015
Eres polvo, vista de sala, Fundación Esteban Lisa, Bs As 2015
Detalle de Ejercicios de posibilidad, recortes de papel, 29,5 x 41 cm, 2015
Detalle de La parte por el polvo, grafito en polvo sobre fragmentos de papel, 75 x 110 cm, 2015
De la atención hacia el propio material también devino aquello que el material dejaba, como las manchas, las pruebas de tinta, los papeles recortados. Su exposición Fondo-Fondo en el 2016 en Hache Galería (Buenos Aires) dejó en evidencia el valor puesto en su escritorio de trabajo: en el sector A de la galería se exhibieron sus obras concluidas, cerradas, indiscutiblemente obras. En el sector B, el rastro de sus trabajos, en igual envergadura, se apropió de los muros. Papeles y más papeles con reminiscencias de la limpieza del rodillo, de la tinta estirada sobre hojas de calcar, accidentes, y ocasionales intervenciones sobre los mismos.
Fondo-Fondo, Hache Galería, Bs As, 2016
Confieso que siempre fui partidaria de sus trabajos representativos. Sus grandes linos dibujados en lápiz e intervenidos con grafito en polvo. Su mano es sutil y su apariencia bucólica, hay algo de EL en estos trabajos. Resulta interesante como lo representativo es reiteradamente abordado desde el género del paisaje, algo de su inicial búsqueda respecto de la ocupación del territorio, su lugar en el espacio geográfico pero también simbólico.
Weilam Rheim, lápices de colores y grafito en polvo sobre lino, 217 x 265 cm, 2016
Sin título, lápices de colores sobre papel, 90 x 120 cm, 2019
También confieso que es en ese juego infinito de muñecas rusas, el proceso y el residuo elevados hacia el plano obra, lo que encuentro la emancipa de lo narrativo, y la conducen hacia un lugar de la sensación, la textura en relación directa con los sentidos. Ahí yace la obra de Elena Loson, en su capacidad de transmitir lo que sucede, del cuajo entre la fuerza y la forma.
Grafito Fondo, grafito en polvo y goma laca sobre papel, 40 x 30 cm, 2016
Sin título, resina acrílica y grafito en polvo sobre listón de madera 53 x 4 x 9 cm, 2019
De las series Neblinas y Agujeros negros, impresiones giclée sobre papel de arroz, medidas variables, 2016.
La experimentación libre, sus hallazgos, sus juegos con puntitas de lápices, los scans de miguitas, escamas de grafitos, basuritas que resultaron, una vez más, en paisajes. Puedo imaginar horas de silencios creativos trabajando en solitario en su taller, ni música ni conversación. De allí saldrían sus trabajos más maduros, lo que se enfatizaron en la Residencia Urra, los que exhibió luego en Un muro más allá en Hache Galería en 2018.
Allí, un enorme plano elíptico cubierto en grafito ocupando el espacio. Sincretismo, en afortunado modo minimal entre la materia, la ocupación del espacio y el paisaje. Por otro lado, la gran mesa albergando sus tesoros minerales, restos arqueológicos de todos sus encuentros, materiales que hablan por sí mismos, tacto, y la misteriosa capacidad de petrificar el polvo. Horizonte su nombre, y su tamaño también involucrando el recorrido obligado.
Un muro más allá, Hache Galería, Bs As, 2018
Debo decir, en esa exposición de procesos algo nos queda excluido, aquello que es inmaterializable: el hollín en su cara, el despliegue de hojas en el piso, los lápices sobre la mesa, su dolor en las muñecas, el silencio, el goce y las revelaciones que salen de sus manchas, de su interminable juego de espejos. ¡Sus afortunadas epifanías!
Procesos de trabajo en Residencia Urra, Bs As, 2018
Gris frondoso, vista de sala Espacio Andrea Brunson, Santiago, 2019
El trabajo de Elena Loson es la historia de su desarraigo, de su extrañamiento, de su adaptación, el polvo de la tierra árida, la valija liviana. Ese sentir melancólico de aferrarse a lo que queda y a la vez concebir lo nuevo. En ese pensar el proceso, del sentir la materia, del rescate de lo imperceptible y de su capacidad de registro, es que quiero dejar destacada su fantástica tarea.
El mate cocido, las horas, tu generosa acogida, la ocupación mía en tu espacio. Fui testigo de un genuino y profundo proceso, un gran privilegio.