FABIAN BURGOS
Acerca del control
Sabemos que en cada pequeña elección que hacemos radica nuestra postura frente al mundo. En el caso de los artistas y sus obras, hay mensajes que yacen ocultos tras decisiones tan minuciosas como la diferencia que hay entre separar uno o dos milímetros una línea de la otra otra sobre un plano.
Fabián Burgos (Bs As, 1962) se demora cinco años aproximadamente para preparar una exposición. Cada elemento está elegido de manera cuidadosa y casi política: “para mi es importante dónde detenerme” manifiesta, “así es como me planto en el mundo del arte”. De ésta forma realiza cientos de pruebas de color antes de pintar un línea, o decide el ángulo preciso que separa una curva de la otra.
Los cuadros de Burgos son abstractos y geométricos. Su asunto radica en lo que le es inherente al arte, como son las formas, el color, la materia, la línea, el espacio. A su vez, los obras refieren a la propia historia del arte, ya que revisa, retoma y re-significa las obras de sus artistas favoritos.
Su relación con la geometría comenzó al cruzarse con libros de ciencias en la Biblioteca Lincoln en los ´90. Las gráficas científicas de los años cincuenta lo obsesionaron desde un comienzo. Rápidamente se vió atraído por las ideas de expansión, acumulación y percepción, tan estudiadas hacia mediados del siglo pasado, así como representadas en el arte de la época.
Una de estas corrientes fue la del arte óptico, u op art. Éste se centró en los efectos físicos y psicológicos asociados a la percepción, a través de elementos pictóricos abstractos como sucesiones y contrastes de líneas, tramas de puntos, rombos y ondas que generan ilusiones ópticas en el espectador. Las intenciones op se alejan así de todo espectro emocional para centrarse en la ciencia y en las matemáticas.
Obras varias del OP art
En 2005, Fabián Burgos le declararía abiertamente su amor a Bridget Riley, a Max Bill, entre otros artistas ópticos icónicos de la historia del arte. El título de su exposición en la Galería Dabbah Torrejón se llamó El amor probablemente. El tema de la muestra fue justamente la resignificación de algunas de las obras de dichos artistas, copiadas a la perfección, pero intervenidas con ciertos cambios. Por ejemplo, en la obra Rotación sobre sobre Riley, las clásicas líneas ondulantes en blanco y negro de la artista británica fueron replicadas en tonos ocre (inspirado en los tonos usados por Giorgio Morandi en sus naturalezas muertas), e intervenidas con una suerte de corte circular en rotación. En el afán de dialogar con ellas, su postura parte de un sincero homenaje y no desde la ironía.
Ciertos temas o series son recurrentes en sus pinturas en el pasar de los años. Paradójicamente, unos son los trabajos de espirales geométricas que parten de la línea y aluden al infinito. En la idea de la existencia de un orden perfecto en la Naturaleza, como lo puede ser una espiral áurea (proporción divina, o número de oro, estudiada en la Grecia clásica), es que Burgos ubica su búsqueda espiritual: “quizás cuando hablo de Dios me refiero a la Naturaleza”. No dejemos de mencionar su interés en artistas provenientes del famoso grupo De Stijl (Piet Mondrian a su cabecera), que plantearon en los años ´20 un arte puro, austero y en sintonía con la estructura matemática del universo.
Por otro lado estas espirales geométricas trazadas inicialmente con la línea, arman un juego de figura-fondo, o más bien fondo-figura. Desde sus inicios, en que estudiaba naturalezas muertas, bien había entendido Burgos la importancia que tienen los espacios que se forman entre los elementos.
Dos trabajos interviniendo el espacio público llevaron al artista, no sólo a trabajar en gran escala, sino a dialogar con la ciudad y sus transeúntes. En el año 2008, la adaptación de su pintura Turismo llevada a una gigantografía, empapeló el edificio del Banco Ciudad ubicado en la avenida 9 de Julio en Buenos Aires. Esta se llamó Velocidad, haciendo énfasis en el ritmo de la vida urbana contemporánea. Siete años más tarde dicha intervención se haría a través de un imponente mural de más de 3000 metros2, pintado en el edificio Brickell Heights en Miami. Quien haya transitado el centro esta ciudad, sea a pie, en tren o incluso desde la autopista, no habrá dejado de notar la intensidad y el atractivo del espectro de 170 colores pintados en degradé que, a modo de shock eléctrico visual, quedan grabados en la retina del espectador. Stay in Space fue encomendado por el flamante mecenas y coleccionista de arte radicado en Miami, Jorge Pérez.
El taller de Burgos se encuentra en un sector de su departamento. Si bien el área de trabajo y el de la vivienda están diferenciados, el olor a trementina vegetal se percibe en toda la casa. Es que el óleo es el material elegido por el artista, por su nobleza y su docilidad. La calidad de sus materiales se ha vuelto más exquisita con el devenir de sus años (óleo y lino), así como se ha ido permitiendo soltar la mano y dejar de controlar los posibles accidentes y gestualidades que puedan suceder. Su última muestra inaugurada en la Galería Vasari, un día antes de desayunarnos del estado de pandemia en el que nos encontramos, se llama Fuera del cuerpo. Este título trae a colación los planteamientos de Burgos con respecto al lugar que ocupa como artista, pero también con la existencia de un todo absoluto. Hay algo en su quehacer que él percibe como comandado desde una fuerza que le excede.
Las pinturas de espectros producen efectos retinianos, a través del uso del moiré, aquel patrón que genera interferencia cuando se yuxtaponen sucesivos planos de líneas con ligeras variaciones en sus ángulos o tamaños. Sin dudas uno penetra en aquel espacio tan seductor, para quedar atrapado entre sus planos, en una especie de nebulosa, de paisaje surrealista en 3D. Desde la pantalla de mi computador al otro lado de la cordillera, no dejo de quedar encantada al percibir un efecto de tipo fantasmagórico, misterioso y sensorial.
Al intercambiar unas palabras, Fabián me cuenta acerca de sus intereses, de su proceso, de su muestra que ha quedado en un impasse y que ojalá pronto se pueda volver a visitar. Sus últimos cuadros han sido, según él, menos duros, más expresivos. Su discurso acerca del orden de la Naturaleza pronto se mezcla con ideas acerca de una fuerza transportadora. Recordemos el título de su exposición. Sin dudas, esa fuerza proviene de la Naturaleza, aunque me pregunto, si ese trascendente se acercará cada vez más a lo emocional y romántico. ¿Será que, con los años encontramos un Burgos un poquito más predispuesto a permitirse ciertas licencias, a dejar preguntas sin contestar?
Desde el piso 11 de su departamento de un barrio porteño, el artista (declarado obsesivo-compulsivo en reiteradas ocasiones), restaura algunos cuadros, e intenta controlar su ansiedad. “Estoy tratando con ejercicios de respiración”, comenta perturbado por no poder salir a correr, por no poder saltar la soga por miedo a molestar a sus vecinos del piso 10. Sucede que exponer las obras que aguardan en la galería Vasari ha dejado en evidencia su condición humana, incierta y frágil. Sin embargo allí permanecen, sin poderse apreciar, aguardando a que un día el mensaje llegue a su destino. ¡Porteños, ojalá pronto el mundo nos devuelva la oportunidad de enfrentarnos cara a cara a las pinturas de Fabián Burgos, estén atentos!
1993-91 / Beca de la Fundación Antorchas, coordinada por Guillermo Kuitca. Buenos Aires, Argentina. 1988-87 / Taller de Ahuva Szlimowicz, Buenos Aires, Argentina. 1987- 85 / Taller de Felipe Noé, Buenos Aires, Argentina.